El maltrato psicológico en la mujer
La
historia ha estado marcada por la discriminación en todos los
aspectos. Tratar a un ser humano de manera inferior por el color de
piel, por el poder adquisitivo, por su status social, por pertenecer a
un sexo o a otro, etc. ha sido propio del ser humano. Segregar a un
colectivo con malas intenciones es rechazable y denunciable en todos
los aspectos y sentidos.
Este
tema tratará sobre la violencia machista, sobre la discriminación de
la mujer por parte del sexo apuesto, hablaremos sobre el maltrato
psicológico que sufre la mujer por parte de su pareja o ex pareja y las
consecuencias que pueden derivar de éste.
Empezaremos
este apartado detectando cómo empieza el maltrato psicológico, de qué
manera se puede detectar y por qué o cómo se puede tolerar.
Proseguiremos definiendo de manera general el perfil del
maltratador-maltratada dando a conocer algunos aspectos que llevan a los
dos implicados a comportarse como tal. Continuaremos descubriendo
cuándo y cómo se pasa del maltrato psicológico al físico aportando unas
estadísticas basadas básicamente en las llamadas realizadas por mujeres
residentes en la ciudad de Barcelona al 900.900.120 y que sufren o han
sufrido malos tratos por parte de su pareja o ex pareja. Finalizaremos
este apartado con una valoración personal.
El comienzo del maltrato psicológico, cómo se detecta y cómo se puede erradicar.
Tener
poder es dominar y utilizarlo para beneficiar en lugar de perjudicar
es propio de seres con empatía y que miran para los demás, no sólo para
uno mismo. El hombre que maltrata a su pareja por poseer una fuerza
física superior a la maltratada no conoce el significado de empatía ni
se preocupa por saber cómo se debe sentir la persona que tiene enfrente y
hacia quien van dirigidas esas venenosas palabras y que, en la mayoría
de casos, acaban en un maltrato físico que liquida, en determinados
sucesos, con la vida de la víctima.
El
maltrato psicológico normalmente se manifiesta en forma de
“preocupación” por parte del hombre hacia su pareja en lo que se refiere
a la forma de vestir, hablar, maquillar, el comportamiento hacia los
otros hombres en general, entre otros aspectos. La mujer interpreta la
conducta de su compañero calificándola de celos y, por lo tanto, no ve
riesgo alguno en sus palabras. Hay un intento por parte del maltratador
de cambiar el vestuario y el comportamiento en general de su compañera.
Una vez conseguido el objetivo el hombre pasa al segundo aspecto que
consiste en apartarla de su ámbito social y familiar. El objetivo a
conseguir es la dependencia de la mujer hacia el hombre tanto
económicamente como socialmente y para conseguirlo es necesario reducir
lo máximo que se pueda el círculo de conocedores de la afectada.
Empiezan los insultos, las amenazas, las provocaciones, etc. reduciendo a
la víctima a un nivel inferior y con el objetivo de que ésta llegue a
asumir esta inferioridad, fin que normalmente se consigue. El
maltratador, a veces, no es consciente de esta reducción y piensa que el
papel que debe realizar la “buena esposa” es el de obedecer a su
marido o pareja en todos los aspectos. No sabe que está reduciendo a su
compañera a
un
mero objeto como si no tuviera sentimientos ni pensamientos propios.
El maltratador manipula y intenta subordinar la mujer a él. Mari-France
Iregoyen califica esta maniobra como “la colonización de la mente”. En
definitiva, se intenta destrozar la confianza y la autoestima de la
víctima haciendo que dude de ella misma y de sus capacidades.
El
maltrato psicológico es muy difícil de detectar ya que se relacionaba y
se sigue relacionando con los típicos celos de hombre “enamorado”.
Como es difícil de notar es el más difícil de erradicar. El maltrato
físico es evidente por la visibilidad de los acontecimientos y, por lo
tanto, resulta más sencillo de controlar y denunciar. Aun así estas
víctimas suelen desarrollar unos síntomas comunes como pueden ser una
baja autoestima, sentimiento constante de culpa, aislamiento social,
tristeza, ganas de llorara sin motivo aparente, ansiedad, rechazo y
inapetencia sexual, entre otros. Como decíamos antes la dificultad de su
detección hace que sea cuasi imposible de demostrar y las denuncias no
se producen hasta que no hay un maltrato físico. Exteriormente se
puede notar y intentar aconsejar a la perjudicada pero ésta, al estar
machacada día sí día también, no lo califica de maltrato sino que lo ve
como un hecho normal y si recibe los insultos y las humillaciones es
por su culpa no la de su pareja.
La
sociedad todavía no ha asimilado del todo la gravedad de la situación.
Hay quien piensa que son hechos que suelen pasar en cualquier
relación, que si hay niños entre medio la mujer debe aguantar, que sólo
se produce en las familias de escasos recursos económicos, etc. Esto
no solamente afecta a la percepción por parte de la sociedad a la hora
de actuar como es debido y de reforzar las medidas que se están tomando
sino que influye mucho sobre la afectada directamente. Mucha gente se
pregunta por qué no se denuncia o por qué no acabar definitivamente la
relación pero las acciones y las consecuencias de dichos actos no son
fáciles de llevar a cabo.
Hay
muchos motivos pero podemos destacar las siguientes tendencias: gran
dependencia del maltratador tanto económicamente como personalmente,
miedo al rechazo por parte de la sociedad, perdida del círculo
familiar-social, miedo a la reacción del agresor, etc. Los pretextos
son diversos y en cada caso es diferente pero es cierto que llega un
momento que la mujer ya no puede aguantar más las humillaciones y los
maltratos sufridos y “explota” denunciando los hechos a las
autoridades, a los vecinos, familiares, amigos, etc. A nadie le gusta
que lo maltraten como se fuera menos que un objeto y si estas mujeres no
denuncian es por algo y, ese algo, normalmente se llama miedo
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